domingo, 22 de febrero de 2009

Indicios


Es prueba irrefutable que si los ojos de alguien me dan palabras, los míos le necesitan. Aunque se oponga a ello toda lógica inexistente, toda matemática pura, pues lo pálpitos tienen por ley no seguir las establecidas. Por eso cuando la mente empieza a errar sin remedio, a perderse en ella misma, a enredarse y bucear en cavilaciones, el cuerpo vaga con ella, convertido en un alfiler que accidentalmente pisa el suelo. Y créeme, cuando las letras me esposan, cuando las almas que las provocan lo hacen, no existe llave alguna que me devuelva la libertad a la que, desde que empecé a ser literatura encarnada, renuncié.Pero, para qué mentir, me encanta unirme a lo que me da palabra por descontrolado que sea. Y ahora mismo, la palabra está en tus ojos y en tus manos. Reside en esa parte del subconsciente donde se aletargan los deseos dormidos y las afinidades peligrosas. Los abrazos, los gestos, el contacto, la distancia, las palabras – dichas y calladas- son literatura. Todo lo es cuando así se piensa, y qué ardua y dulce tarea el vivir bajo su influencia. Los bolígrafos enloquecen, inquietos se escurren entre mis dedos; las cuartillas en blanco gritan, las sensaciones traducidas a tinta les hacen cosquillas. Lloran, ríen al mismo tiempo. Se confunden borrones con frases elaboradas, sonrisas con sal, felicidad con nostalgia... Pasión por poseer aquello que me da vida con el miedo a no ser luego, capaz de renunciar.

2 comentarios:

sueño dijo...

Lo cruel viene cuando como me ha pasado muy recientemente crees que tus ideas y tu pluma se ha secado.
Te sientes tan impotente...
Es maravilloso ser y sentir.
Sólo te puedo decir eso.

un besazo.

Nayuribe dijo...

Pues veo que en definitiva te atrapó y no quieres huir... así si es lindo ser "prisionero".
besos