domingo, 28 de diciembre de 2008

Qué se supone debo hacer



Qué se supone debo hacer cuando estamos tan cerca que las respiraciones, por sí solas, se acompasan. Cuando las pieles al rozarse se erizan incluso estando bajo el sol inglés de media tarde. Qué se supone debo hacer cuando estamos cara a cara y los ojos luchan por no decaer y dejar de contemplarse. Cuando hay flujos de presión entre las pupilas y cierta desconocida electricidad las acerca hasta tocarse.
Qué se supone debo hacer cuando siento tan cerca tus palabras que parecen salidas de mis labios. Cuando ellas mismas pronuncian lo mismo que las mías que quedaron tiritando entre los dientes, hubiesen pronunciado. En ese momento, que los labios titubeantes están tan próximos que podrían confundirse, que podrían calcarse unos sobre otros como mera respuesta al estímulo humano de las distancias cortas.
Qué se supone debo hacer cuando los cuerpos son piezas de un puzzle que arman perfectamente y se niegan a separarse. Cuando los brazos rodean las siluetas opuestas, amarrándolas, devolviéndoles el aire limpio al quitarle el miedo a ser abrazadas.
Qué se supone debo hacer cuando las distancias son tan cortas que la precisión no existe, cuando los universos son tan paralelos que ni si quiera la repelencia existe.

domingo, 14 de diciembre de 2008

Precauciones


Ten cuidado, no te acerques. Esta piel puede quemarte. Siempre ha sido candente. Siempre ha ardido, incluso bajo la lluvia. No te aproximes demasiado, no grabes sobre ella su tacto, pues sabes, puedes hacer que te busque infatigablemente. Mantente a la distancia mínima que necesitan los cuerpos para no poseerse, para no poseerse aún deseándose. Espíame, pero desde donde yo no pueda hacerlo. Contempla mis movimientos, sigue de cerca, oculto, mis pasos y observarás que hay algo más que silueta sinuosa y piel de acero. Hazlo y poséeme en la distancia, pero no dejes que yo me pierda, absurda, loca, adolescente. Impídeme caer en el abismo de esos dos charcos de lluvia. No dejes que me refleje en ellos, nunca lo hagas, pues me convertiría en su inevitable esclava. Muérdete los labios cuando creas que vas a pronunciar palabras peligrosas. Cállalas. Si osan llegar a mis oídos me poseerían y, créeme, a las palabras es a una de las cosas a las que no puedo renunciar. Cóselas, pues si las mías saltan como respuesta desde este pozo sin fondo, entonces, ya habré perdido la razón que nunca poseí entera. Cógeme si ves que me abalanzo sobre ti, rendida. Cógeme pero nunca me abraces. No me obligues a esposarme a ti eternamente. Trata de ponerme en pie y devolverme de nuevo mi figura, pero nunca aliento, porque luego lo haría cruelmente imprescindible. Congélate. Vuélvete de mármol cada vez que te aproximes y no me pidas con los ojos afligidos y la sonrisa decaída, los besos que, sabes, no puedo darte. No trates de convencerme con caricaturas dulces de un rostro picardioso. No abuses de mi vulnerabilidad. Piensa que ahora los abismos pueden salvarse, pero que mañana se levantará el definitivo, el infranqueable. No me obligues entonces a carecer de los cinco sentidos y a arrancarme el corazón a jirones del pecho. No quiero necesitarte.

viernes, 21 de noviembre de 2008

Septiembre

Las calles están vacías y cubiertas de hojas secas que auguran la llegada de un otoño temprano. Sopla un viento fortísimo de esos que queman escarchando la piel y remueven la basura acurrucada en las esquinas. No hay almas errantes paseando su aburrimiento por la soledad de este pueblo. Todo está vacío, tristemente desierto. Parece como si las casas de poca altura, las paredes desconchadas y secas, los tejados resquebrajados con las tejas desordenadas, las carreteras mal asfaltadas y los adoquines de piedra agrietados fuesen las ruinas que la revolución estival dejó. Nada ha conseguido salvarse, sólo han sobrevivido botellas vacías de licores caros, vasos rotos, tierra sucia que quedó como huella tras adherirse a la suela de los zapatos y nombres de iniciales grabadas en algún viejo muro, en las tablas de madera de algún banco.
El recuerdo pervive congelado. Todavía le oigo reírse en la ribera del río, en aquella plaza que tantas horas de felicidad ininterrumpida aguardó como fiel testigo. Aún sigue latiendo en todos y cada uno los recovecos de este pueblo. Pero teme morir, como creo que teme el resto de los mortales y algunos del mundo inerte. Sabe que no hay nada más triste que lugares sin gente, inundados de frío y lluvia, de fieras tormentas invernales. Dónde se cobijará ahora que todos hemos desaparecido. Las casas están deshabitadas y a la puerta de nadie puede llamar desnudo y con los dientes castañeteando. Todos los armarios están vacíos. De las perchas sólo cuelga polvo y olor a humedad; y en los cajones solo tirita algún botón descosido. A quién recurrirá cuando se sienta tan frágil que tema desaparecer en la memoria ajena.
Tal vez si yo pudiera hablarle y sanarle los miedos...Si pudiera dividir su angustia diciéndole que entiendo perfectamente su nostalgia, sus ganas de huir. Si pudiera contarle que aunque yo no soy recuerdo, vivo como tal; que aunque apunte al daño propio preciso de él para permanecer en pie sin caerme, que él precisa de mí para no extinguirse. Tal vez si tuviese la suerte de hablarle a lo abstracto, le contaría con el corazón en la mano que aunque me halle lejos, vivo eternamente aquí, a su lado cada instante. Pero todos, y él más que nadie sabe, que Septiembre no perdona ni al más devoto de sus fieles veraneantes.

miércoles, 5 de noviembre de 2008

Partidas y aterrizajes.



Tuviste que marchar porque la vida son idas y venidas, partidas y regresos. Haz tus maletas y congela el flujo de tu pensamiento hasta estar en tierra prometida. La razón en estos casos no ayuda a decidirte. Arranca una foto antigua de la pared y guárdala en el bolsillo. Rézale cada noche a la religión del recuerdo para no perder la fe. Y ahora vete. Sal de puntillas sin hacer ruido. Déjala a ella tendida sobre la cama, acurrucada entre las sábanas y huye como un amante suicida. Deja de contemplarla desde la puerta pues se va a despertar y entonces te harías con la última razón que necesitas para quedarte. Deja que tu último recuerdo de ella sea verla respirar entre las mantas, con la palidez de su cuerpo tendida sobre el colchón, con la magia de las últimas horas de felicidad burbujeando en su piel. Contén tanto el júbilo como el desaliento y prescinde un poco de la humanidad que te conforma, con ella al hombro no se puede partir.
Cuando aterrices allí, notarás que la sangre te hierve, la piel te arde y con la fiebre del desencanto preguntarás a gritos dónde te han soltado. No busques razones, no las obligues a existir. Tómate esa ciudad como un estacionamiento temporal, en el que tu existencia grabará sus fechas y se enriquecerá. No temas al olvido. No te aflijas ante la distancia. Los corazones que de verdad laten, lo hacen con la misma intensidad aunque se hallen en las antípodas.
Estate seguro de una cosa: a tus raíces es a una de las cosas a las que no puedes renunciar, así que no temas perderlas. Te recordarán, son parte de tí. Las recordarás, eres parte de ellas. Convéncete de que nunca te recibirán de un modo distinto al calor de una abrazo.
Llegarás muy alto, hasta alturas desde las que ni si quiera el suelo podrás observar; pero no te olvides de la vida que dejaste una mañana durmiendo sobre la almohada, pues no es historia, es la base del futuro que sin querer te saluda.

lunes, 27 de octubre de 2008

Música y recuerdos.

De repente calló. Calló su boca, sus palabras. Calló su mirada. Calló aquél espíritu imperturbable, aquella viveza constante, aquella alegría. Todo se cubrió de silencio. La música había nublado su luz. Se la había llevado dejándole desnudo en aquella atmósfera fría y contaminada. A cambio le dejó aquel semblante desfigurado y la nostalgia que se reflejaba en él cuando cierta melodía le hacía recordar como entonces a ella recordaba. Sus versos traían recuerdos de otros tiempos, aquellos en que poseía enteros su cuerpo y pensamiento. La recordaba, aún no podía imaginar cómo, escribiendo aquellas líneas con caligrafía tambaleante de niña prematuramente enamorada. Aquellas que, desde entonces, siempre llevaría consigo, talladas en la memoria y dobladas en su cartera.La recordaba frágil, pequeña, brillante, con aquél atisbo de inocencia que pintaba de dulzura. La adolescencia parecía haber arrasado aquella ignorancia innata, pero él bien sabía que detrás de aquella careta de rebelde sin causa, vivía un espíritu recién nacido aún. Le gustaba saberla necesitada de cuidado y protección. La recordaba, sin duda la recordaba como el mismo se recordaba escuchando aquella canción ciertamente envenenado por esa siniestra magia de los amores fugaces, intensos y tempranos.

viernes, 24 de octubre de 2008

De humanos.


Hablan de pequeños detalles. Hablan de besos, abrazos y palabras de consuelo. Hablan de minuciosidades sin sentido como germen de las obsesiones, de todo aquello que puede ser la excepción a la regla de nuestra conducta. Hablan de complicidades peligrosas y de los riegos de la obsesiva compenetración , del vértigo de las tentaciones…Hablan. Hablan y pueden pasarse su vida formulando teorías sobre la inestable conducta humana, inventando miles, creyendo triunfar en cada una y fracasando cuando la razón se declara en huelga y trabajan los corazones.
Tal vez, si en vez de tanto hablar callasen, se quitasen la máscara de exploradores ingenuamente sabios, dejasen las gafas encima de la mesa, entendiesen. Si probasen a experimentar la química en la propia piel y no la física en cuartillas ajenas, comprobarían que todo puede resumirse a una ecuación de reactivos y productos. Entonces cuando lo hayan experimentado sin escuadras ni cartabones, quizá puedan señalar dónde se halla la frontera de las emociones humanas. Cuál es el límite que separa la complicidad del deseo de ser cómplices. Qué dista entre la sinceridad de las palabras y la magia que al pronunciarse provocan. Qué pulula en las entrañas cuando se clavan dardos llenos de estima.
Quién será el ingenuo atrevido – el genio- que ose decir qué separa al defensor de una sensación del encubridor de un sentimiento. Quién se atreverá a teorizar sobre las inestables emociones humanas.

viernes, 10 de octubre de 2008

Esto no es un atraco.


No me mates, no lo hagas. Mírame a los ojos, bucea en ellos, encuentra pues alguna razón para dejarme huir. Si los matas, algunos – muy pocos- los echarán de menos. Les faltaría el espía que les escribe irremediablemente. Extrañarían la ausencia de mi voz sobre sus tímpanos, mi retórica. El tacto de mis manos sobre sus pieles, las huellas que sin querer van dejando. Mis labios, inquietos y vergonzosos, todas las palabras que crean segundo a segundo para dar sentido a un todo absurdo.
Quizá esto no sea excusa suficiente y tan solo se trate de palabras maquilladas e hipócritas, pero, amigo, mi alma es literatura. Si acabas con ella, conmigo lo haces también. Desde hace un tiempo nos fundimos en un solo ser y somos una síntesis perfecta que no sobrevive en soledad. Igualmente, nada importante se perdería. Tan sólo líneas jóvenes y profanas que subsisten a base de ser escritas.
Pero amigo, piénsalo dos veces: una vida es demasiado para consumirla en un segundo. Qué puedes obtener a cambio, dime. Simplemente tendrías un cuerpo fríamente pálido tendido en el suelo, con el fin escrito en su vientre en forma de cicatriz, y un alma, ya resumida en polvo, tratando de ser recordada. Quizá no lo creas así, pero tu conciencia, como buen humano, te reprocharía haber acabado con una experiencia que empezaba a rodarse. Te sentirías culpable, aunque te sepas de mármol, por haber aniquilado cientos de inquietudes adolescentes, de vivencias incompletas…latidos de vida. Y entonces…y entonces, sería tarde para poder recuperarlas.

domingo, 5 de octubre de 2008

De madre a hija.

-No llores pequeña, mira que eres muy joven para llorar… Si lo haces ahora, crecerás sin lágrimas. Llegarás seca al invierno de la vida y no tendrán tus ojos la sal que necesitan para no tornarse insípidos. Habrá tanta gente en tu camino, tropezarás con tantas bocas que cuando quieras hacer inventario de todas ellas, será imposible recordar el tacto de cada una. Pero no importa, porque cuando empiece a doblegarse tu piel y a sollozar tus huesos, el músculo que como oro en palo guardas en tu pecho latirá contento por haber amado demasiado.
Es ley de vida pequeña, venimos para irnos. Las personas que llegan a ti, se quedan enredadas en tus entrañas y luego se van, con la misma facilidad con la que entraron en tu recuerdo. Y eso, ten seguro, nadie podrá destruirlo. Podrán desahuciarte, escupirte en otro lugar, desnudarte, cegarte para que nunca más puedas contemplarlas, pero nadie podrá colarse en tu mente arrasando las memorias. Eso sí, cuídalas. Consérvalas vigorosas e intactas, deja que el tiempo las tiña de blanco y negro, pero que nunca las difumine. Es triste, ¿ sabes? Porque sucede que a veces van desvaneciéndose los ojos, la mirada, los rostros y se vuelve una ardua tarea recordarlos.
Vamos…déjalo ya, te vas a quedar seca. Seguro que a él no le gustaría encontrarte así, con los ojos hinchados y las mejillas encharcadas. ¿ Acaso no quieres que te recuerde siempre sonriendo? Mira que no hay nada más bonito que un recuerdo feliz. Además, ten fe cariño. Tenla porque no hay nada más fuerte que un sentimiento profundo para obligar un cruce en los caminos.

- Vuelve a explicármelo. Explícamelo de nuevo dejando reposar la razón encima de la mesa.

jueves, 25 de septiembre de 2008

T4


Atravesaba la Terminal del aeropuerto de norte a sur, arrastrando maletas pesadas con las cremalleras a punto de reventar. Aún así me movía con paso rápido, ágil pero no ligera, pues portaba veinte kilos de equipaje, cansancio acumulado, memorias espesas y el hastío de no hallarte cerca. El paso de mis piernas buscaba espacio entre multitudes impenetrables, mis ojos trataban de encontrar sitio en aquella atmósfera asfixiante de las miradas perdidas cuando se enredan. Supongo, había algo dentro de mí que me incitaba a hallar compulsivamente esperanza en los rasgos de rostros conocidos. Por eso confundía facciones y mezclaba , a la distancia en que no pueden percibirse, tactos de piel. Sentí en ciertas ocasiones, el impulso incontrolable de correr desesperadamente tras cuerpos, que de espaldas cargaban maletas, prisa y un parecido indiscutible a tu silueta. Sin embargo, la imprecisión que vestían mis pupilas sólo hacía que mis niveles de adrenalina de disparasen y rozasen límites peligrosos para la salud humana.
Cómo era posible que ya sabiéndote lejano en cuestiones físicas, mi mente creyese encontrarte errando por aquella Terminal abarrotada. Cómo podía mi razón- esa que ya había perdido- imaginar que tal vez estuvieses escondido entre el gentío, que desafortunadamente hubieses perdido el vuelo que te haría regresar al lugar donde el recuerdo de mi existencia moriría.
Una voz anunciando el último aviso para los pasajeros del vuelo con destino a…con destino incierto, explotó la burbuja de irrealidad en la que me hallaba inmersa al estar sentada delante de la puerta de embarque por la que, horas atrás, te habías perdido.

miércoles, 17 de septiembre de 2008

Conversaciones.


Era de noche y soplaba la brisa que genera el letargo de Agosto. Estábamos sentados sobre muros de hormigón garabateado y polvoriento. Todo alrededor era cemento y maleza, naturaleza salvaje, igual que la que yacía dentro de nosotros y no se atrevía a revelarse. Yo te contaba cómo a duras penas había logrado sobrevivir por ciudades lejanas y desconocidas. Anécdotas de mis viajes infinitos, historias de aeropuertos abarrotados. Hablaba rápido y a veces tanta velocidad entrecortaba mi voz, pero mis palabras seguían pronunciándose solas. Necesitaban llegar a ti, necesitaban vivir. Tú me escuchabas, con la mirada perdida en otra dimensión. No parpadeabas. Tus pupilas temían perderse alguna de mis palabras. Cuando mi voz callaba rescatabas interrogantes de tu curiosidad y entre bocanadas de humo los formulabas. Yo respondía a ellos tratando de ponerle diques a mi verborrea imparable, pero las ideas se amontonaban sin control ni piedad, en el cielo de mi boca.

Notaba cómo con el peso de la oscuridad iba perdiendo el sentido, la precisión, cómo empezaba a dispersarme. Podía entonces haberte hablado del peso de las obsesiones, de la metástasis que fatalmente desarrolla su cáncer, pero supuse que tú también sabrías de ello, pues debajo que la piedra de tu piel había mares en calma. Lo supe porque estando allí sentados inspirabas confianza, sensibilidad joven. Incluso tus ojos irradiaban una parte de la madurez que yo daba por extinta.

Hubiese sido capaz de abandonarme a ti, de romper con las cadenas de espacio y tiempo que coartan mi libertad. Pero el reloj me impidió caer en tentaciones de las que sabía, nunca podría salir. Recogí mi bolso y parte de la vida que había dejado esparcida por el cemento y me alejé. Sin que me vieras me giré para contemplarte. Seguías sosteniendo el cigarrillo entre tus dedos, drogado con el veneno dulce y adictivo de las palabras.

sábado, 6 de septiembre de 2008

Abandonos

Se va el mar, el sol, la arena
el olor a sal
salitre en la piel
el bronce de la piel morena.

Se van los despuntes de temperatura
el sudor agrio
los hielos por la nuca
el calor trepando por las venas.

Se van las noches cálidas
los eclipses de luna
toda mi fortuna
la incansable vida eterna.

Se va el asfalto reverberando
las carreteras incendiadas
los vuelos retrasados
la falsa paz que nada serena.

Se va el pernoctar sin descanso
abandonarse a la madrugada
a la fe sin dios
a la felicidad como moneda.

Se va la utopía
se va el encanto
se van ellos
me voy yo
todo se quema.

miércoles, 18 de junio de 2008

Principios y finales

Ahora estallan los universos, todo se transforma. Desaparecerá el tedio y todo lo que irremediablemente sembró. Quedarán atrás, muy lejos, los días y noches de clausura inevitable, las parcas horas de sueño inquieto. Nadie se acordará del odio que prometió al frío, de la guerra declarada a aquellas mañanas inhóspitas, muertas. Tal vez no reparemos en todas las horas que quedaron atrapadas entre sabias páginas y las cruces que poco a poco martirizaron al calendario. Todo será reemplazado porque ahora el tiempo, tendrá tiempo para escribirse y hacerse poesía. Todo podrá contarse en verso, porque será digno de ello. La vida comenzará a ser un viaje. Se hará tan ajetreada que llevará un ritmo a duras penas controlable. Volverán los aeropuertos, los vuelos, los aviones, los parajes exóticos, la huidas. Así es que florecerá- o nacerá de nuevo- un espíritu errante, nómada, forastero que solamente querrá vivir para perfeccionarse en su condición. Buscará constante e infatigablemente las raíces y verdades y advertirá entonces que se hallan en la ribera del río. Notará vibrar pues, a esta anatomía tan inalterable y pudorosa porque se manifestarán sentimientos incontrolables y personalidades con el don de arrebatar la calma. Se enlazarán principios y finales, como eslabones vital y cruelmente dependientes. Todo será utopía y encanto

martes, 3 de junio de 2008

Última persona


Solía quedarse con la imagen de la última persona que, a través de sus gestos, sus palabras, sus ojos y su sonrisa, consideraba interesante. En su cabeza, retenía el análisis minucioso al que se habían visto sometidos sin saberlo. Su radiografía. Curiosamente, todas esas personas respondían a un perfil determinado, y más curiosamente todavía, todas ellas eran las mismas, se repetían constantemente.Entonces, cuando se hallaba lejos, o no lejos, simplemente no demasiado cerca para seguir espiándoles, repasaba todo aquello que había intentado exprimir de su vida aparente. Les imaginaba enamorados, atrapados en una de las miles de vidas que habitan en el mundo. Por qué no, podría ser la suya. Después colocaba sobre sus brazos todos los gestos que había memorizado, aquellos más leves, más insignificantes, más conmovedores. Luego, examinaba los ojos que había grabado y los sentía atravesándola. Cómo le gustaban esas corrientes de energía que disparaban las pupilas cuando las otras respondían. Ahí, justo en ese momento, les escribía palabras sobre los labios, acordes con su voz y con sus ideas y pasiones, las de ella, al mismo tiempo. Entonces ellos pronunciaban aquel universo de palabras tiernas que ella siempre había soñado escuchar cuando las bocas de las que esperaba oírlas resultaban o demasiado cobardes o desafortunadamente imposibles.

domingo, 11 de mayo de 2008

Domingos

Se despertó una mañana de domingo, con la frenética noche anterior debajo de la almohada, latiendo todavía. Apestaba a tabaco, a esa ingeniosa mezcla de locura y cigarrillos que con tanta facilidad se enredaba en el pelo. Tenía las facciones de la cara hinchadas, dormidas, y los ojos perfilados con la pintura negra que ayer había teñido sus párpados.

Intentaba encontrarse detrás del espejo, en aquella niña despeinada, con el pijama arrugado, temblorosa, muerta de frío. Se vistió con lo primero que encontró en el armario revuelto y examinó cuidadosamente su piel, por si acaso encontraba algún vestigio del que poder hacer poesía.

Después, se consagró delante de miles de libros, rezándole a la locura para que no tardase demasiado en regresar. Nadó entre la historia de España del siglo XX. De vez en cuando, se le escapaban versos que escribía en el margen de los libros y volvía a naufragar en su universo; otras, quedaba absorta contemplando las fotografías que colgaban de la pared y viajaba de nuevo por los rincones más olvidados, queridos y añorados de la tierra.

Cuando los libros comenzaban a vomitar un hastío insoportable y su mente estaba colapsada de letras, fechas, revoluciones, asaltos y recuerdos entrecortados cerraba fuerte los ojos hasta conseguir matar a ese barullo enloquecedor. Pero cuando tenía la vista cansada y esa descuartizada libreta de arte fracasado reclamaba inspiración, salía a buscarla por las calles.
La ciudad estaba vacía. Ni un alma paseaba su aburrimiento por ella. Las aceras estaban mojadas, intentando beber en alcohol que junto a la lluvia las ahogaba. Habían sostenido el peso de una juventud revolucionaria la noche anterior y ahora se sentían tan ligeras y tranquilas que se asustaban. Cómo podía estar la puerta de ese local tan vacío, si tan sólo unas cuantas horas atrás una multitud se avalanzaba y peleaba por poder colarse en aquél paraíso de música y alcohol. Todavía podía ver las luces parpadeantes, los brazos en alto y las caderas oscilantes buscando espacio. Mil adolescentes gritando al desenfreno, con el pulso tembloroso y el aliento emborrachado. Cuántas horas guarda ese local, cuántos domingos jóvenes, resacosos sin motivo, todavía le esperan, para buscar quién sabe qué.

martes, 6 de mayo de 2008

mandamientos


Ellas te calcarán sus labios, te absorberán. Te ofrecerán caderas moldeadas, cuerpos estilizados. Te abrazarán y robarán tu aire. Te dedicarán palabras bonitas y muecas empalagosas y pedirán como recompensa todo aquél universo que no quieres darles. Se declararán fieles y leales, y jurarán no sustituirte, no reemplazarte. Se acostarán con el tacto de tus dedos paseando por su piel, con tus ojos arañando los suyos y con tus intentos vanos de escupir palabras sinceras. Dirán que eres el primero, el más grande. Rogarán que nunca las olvides y jugarán sus cartas con trampas para obligarte a retenerlas en tus entrañas.

Yo rozaré tu piel hasta marcarla. La curtiré con mi tacto. Te ofreceré una anatomía chorreante de magia y antes un corazón sincero que se inquieta cuando te piensa. Echaré mis manos a tu cuello y te daré oxígeno. Estaré lejos, muy lejos, pero siempre cerca. Más cerca de ti que cualquiera tocándote, en tu cabeza. Te regalaré palabras, por el aire o en tinta, simples, pero sinceras. Te haré poesía. Me declararé creyente de lo que promulgas, profesaré tu religión. Me acostaré con la antología de tu vida entre mis manos y tu recuerdo latiendo tras los pulmones, venerando cada simpleza, cada insensatez. Diré que no ocupas lugar, que eres el único. Rogaré que nunca me taches, que no me obligues a aislarte de todo aquello cuanto soy.

Entonces, tú tendrás que debatirte entre lo sincero y lo correcto.

domingo, 20 de abril de 2008

Bailamos.


Creo que en cuestión de segundos, las piernas enredadas recorrieron la pista de lado a lado. Se movían solas. Sus pasos eran tan espontáneos, tan naturales, tan salidos de dentro que nadie se atrevería a decir que eran principiantes en sentir la música.Las manos se ataban en un nudo invisible, aunque más que atarse se acariciaban. El contacto de las yemas de los dedos las mantenía imantadas, tremendamente unidas.


Aquellos dos cuerpos estaban amoldados para que los milímetros encajasen a la perfección. Eran uno solo. Dando vueltas y de puntillas recorrieron kilómetros. Los pasos se entrelazaban en una ingeniosa combinación que no entendía de estructuras numéricas ni de leyes que la acotasen. Simplemente se limitaba a traducir la música en movimientos pasionales, la música que entonces era otra sustancia química más de la sangre.


Él la cogía de la cintura y en un abrazo perfecto, rematado con su mano posada en su nuca, marcaban giros vertiginosos. Ella perdía en sentido y la orientación y las cuatro paredes que estaban siendo testigo de aquella compenetración giraban aún más rápido. Lo único que no daba vueltas en aquella espiral de sonido y movimiento eran los cuerpos uno respecto del otro. La magia de aquel vals no les dejaba separarse.

jueves, 10 de abril de 2008

Juventud y esfuerzo

Silencio.
Silencio abrumador de las respiraciones pausadas,
del contacto de las hojas de los libros con los dedos inexpertos,
de la tinta de bolígrafos gastados.

Ojos concentrados en miles de letras,
atrapados en algún mito de la sabiduría
de la que sí puede escribirse teóricamente
y no con la tinta de la experiencia.
Mentes atrapadas entre la mesa y el respaldo de la silla,
divagando por las entrañas de su universo,
cosiendo pensamientos.
Olor a juventud y esfuerzo.

Detrás de los cristales tomados,
quizá demasiado transparentes para esta cárcel sin rejas,
azota el invierno, severo.
Se lleva las ramas de los árboles,
los papeles rotos,
mi pensamiento,
las miradas tediosas posadas en el alféizar.
Todo invade, todo corrompe, todo congela.

Vuelve a sonar el inconfundible ruido de los libros cuando se cierran,
el tumulto absurdo que el sonido de un timbre parece levantar.
Es la puerta hacia el exilio,
hacia las horas muertas ateridas en cualquier lugar, acurrucadas, amontonadas, muertas de frío, en cualquier pasillo.

miércoles, 2 de abril de 2008

Casi adiós


Buscaba la manera de ser fiel a sus principios, de ser fiel a sus principios pero sin traicionarse. Tenía que llegar a ese desequilibrio que acabase con las dudas. Jerarquizar los sentimientos. Era cuestión de retorcerse entre las sábanas, de estrujar las noches e intentar sacar algo en conclusión. Pero las ideas que sacaba en claro, las que llevaban inscritas verdades indiscutibles, aquéllas, eran demasiado duras. Algo, cosido a retazos cerca del corazón, le impedía articular las palabras necesarias para un desengaño mutuo. Supondrían un abismo infranqueable entre dos almas acostumbradas a estar unidas durante mucho tiempo, pero tiempo atrás, sin planes de futuro. Era la eterna lucha entre lo correcto y lo sincero, pero su fragilidad era tan potente que prefería alimentarse de mentiras propias antes que resquebrajar almas ajenas y queridas. Queridas, pero tal vez, no con el afecto necesario e imprescindible, para avivar un sentimiento sincero.

lunes, 10 de marzo de 2008

Con música.


Regresaba. Volvía de quemar las horas o de intentar llenarlas con algo distinto a millones de letras. Tenía la mirada cansada y los huesos rotos. Todo le pesaba.
Intentaba dar en el punto exacto para abrir la puerta, pero parecía que la llave esquivaba todo intento de dar paso a la inmensidad escondida tras ella. Entró de puntillas por el parqué, se quitó la chaqueta y con un gesto de desgana la dejó arrugada sobre el sofá. Escuchaba lejos, muy lejos, el sonido de una guitarra, la inconfundible melodía de sus acordes, acompañados por versos oníricos. Pensó que su curiosa habilidad para escuchar palabras jamás pronunciadas, ahora le cantaba una canción nunca compuesta. Sus sentidos, exaltados y pasionales, eran poco fiables.
Con las mantas hasta la boca, enredada en una mezcla de olores nocturnos y corrientes de aire gélido, se quedó dormida, con la música temblando en los tímpanos. En la cocina, sonaba una voz ronca que hacía canciones de poemas prohibidos, poniéndole voz y acordes a las letras censuradas de algún poeta.

sábado, 8 de marzo de 2008

Bailar pegados.

Una fuerza invisible les mantenía unidos. Se sustentaba en algún rincón del pensamiento donde no entran las dimensiones de las palabras. Existía una especie de electricidad entre los cuerpos, una atracción infundada que le sacaba chispas al aire. Ardía.Las pupilas se entendían a la perfección. Era imposible negar que manejaban un código secreto que solo ellas entendían, que se estaban confesando mutuamente, en silencio. Algo escondido dentro de las entrañas, enredado en la música o en los pasos, manejaba a su antojo los pensamientos, poniéndolos de acuerdo. De acuerdo pero sin tocarse.No sabían lo que pensaban, pero tampoco repararon en que el brillo de los ojos los estaba delatando. Llevaba inscrito verdades irrebatibles. La complicidad rasgaba el aire y sólo unos cobardes centímetros estaban de por medio. Sobre los labios bailaba la teoría de hacer franqueables las distancias.

sábado, 1 de marzo de 2008

Por todas partes

Revuelvo cajones, armarios, cómodas, intentando encontrar vestigios de tu presencia en mi vida, rastros de tu paso por mi piel. Abro libretas, descuartizo libros tratando de hallarte entre las rimas en asonante de algún genio de la palabra. Tampoco estás entre las sábanas, ni escondido debajo de la almohada tiritando de frío, pero hay algo que acurrucado en el colchón y enredado en las mantas caldea las noches.La ciudad está cansada de verme errante, tratando de hallarte entre las grietas de las aceras, pero desespero al pensar que no queda más tú que el que yo imagino y guardo en los bolsillos, bajo llave y con candado, para que nadie y desdibuje. Hay algo que impulsa mis pasos, que me obliga a tropezarme contigo aunque no estés. Algo dentro te imagina, recuerda e inconscientemente te escribe. Suele pasar que las palabras se atan a aquello que las inspira, y de ellas, créeme, no podrás deshacerte. Lentamente me voy pareciendo más a un loco, que no sabe si por amor o por decoro, te busca compulsivamente.

viernes, 15 de febrero de 2008

La ley del carpe diem

El que sobrevive es el que se agarra al instante, haciendo de él su inspiración. Aquél que se mueve a contrarreloj, sin prisa pero sin pausa. El que está concentrado en el presente sin aislarse del pasado ni desentenderse del futuro. El que no deja el tiempo pasar sin haber opuesto resistencia, sin haberle echo sudar una victoria injusta. El que da eternidad a los segundos, alargándolos, moldeándolos a su manera, acentuándolos donde y cómo se debe para que así renuncien a su condición de efímeros sin causa. El que no se acuesta sin nada que recordar o escribir sobre las sábanas, el que pone letra y música a todo lo que hace. Aquél que se niega a despertar por las mañanas tan vacío como las mentes de aquellas personas que perdieron la ilusión y por cobardes y, de antemano, fracasados, no pelearon por recuperarla. Llega a lo más alto aquél que no se rinde a escalar por los días del calendario, ni a dejarlos pasar tan insulsos y vacíos como llegaron: es la ley del carpe diem.

miércoles, 6 de febrero de 2008

Dependencia

Solía ser ese tipo de persona que quería encontrar una explicación racional para todo, pero cuando advirtió que las cosas sobrepasaban los límites de lo lícito, dejó de hacerlo. No le llevaba a ningún lugar buscar incesantemente razones. Razones que justificasen el por qué de una cosa tan incomprensible como simple, tan absurda como vital. Qué puede ser capaz de explicar las evasiones de pensamiento, los montones infinitos de recuerdos sin piedad, los pálpitos acelerados. No hay argumento posible que pueda defender la euforia repentina, y en consiguiente llanto imparable. Advirtió con el paso del tiempo, cuando se fue calando hasta los huesos de esa locura ilógica, que unos hilos invisibles manejaban su vida. Era una muñeca de guiñol. No era dueña de sus movimientos, de sus actos, de su sinrazón, ni responsable de palabra alguna. Algo detrás de ella, oculto y latente pero asombrosamente fuerte manipulaba su existencia, al mismo tiempo que creaba una dependencia perpetua. Era una obsesión, un sinsentido implacable, una revolución sensorial, una felicidad tonta…la de una niña con quince años rodando por la piel.

sábado, 2 de febrero de 2008

Increíble despertar.

Me levanté de un salto, poniendo la adrenalina a flor de piel, haciéndola trabajar desde las horas más tempranas, más dormidas. Bailé un vals por el pasillo, al ritmo de la música de mis pulsaciones. Pasos cortos. Giros rápidos. Alcancé la puerta del baño y me anclé delante del espejo. Jugué a hacerle muecas simpáticas, a retorcer mis facciones y exagerar mis gestos, pero el orgulloso de mi reflejo nunca se rindió y me retaba para jamás dejar de imitarme. Me salpiqué la cara. Las gotas también bajaban bailando. Bailando y esquivando todos los obstáculos de mi anatomía dormida. Después arranqué a jirones el pijama y esa sensación de frío matutino recorrió todos los puntos cardinales de mi espalda, se enredó en el pelo sin peinar, me arrugó la piel. Le regalé una carcajada estruendosa a la persona escondida detrás del espejo, bajo ropa de invierno. En ella se reflejaba la calidez de una noche invernal cuando se duerme sin frío. Entonces comprendí que te habías vuelto a quedar atrapado entre mi almohada y yo, en algún rincón onírico.

miércoles, 23 de enero de 2008

Dime cómo.

Cómo explicar que eres parte vital de mi existencia.
Cómo decir que eres indispensable
para cualquier acto que precise de razón
o que carezca de ella.

Cómo mantener el tipo,
no dar un paso en falso,
correr de puntillas,
andar en línea recta.

Cómo calmar las ganas
de ser fiel a los principios que perdí,
de reaccionar al ritmo de los impulsos
desafiando a mi destreza.

Cómo dejar de ser dueña
de un millón de emociones
que en la memoria y bajo llave,
me atan de pies y manos, prisionera


Cómo archivar cada palabra
que sin piedad alguna hacia mi fácil evaporación,
mi tendencia a la rendición
dijiste desde tu certeza.

Cómo seguir,
Cómo avanzar,
Cómo saber si estar,
Si no he olvidado nada, menos las maneras.

sábado, 12 de enero de 2008

Tardes amontonadas

Las tardes pasan tranquilas, lentas imperturbables. Se cuelgan del cielo y se agarran a las nubes y cuando se cansan de vivir en las alturas vuelven al terreno de lo imposible.Ríos de muchedumbre ahogan las calles, de norte a sur coches las recorren, y mientras tanto el barullo sin rumbo se hace más fuerte.Las luces como corrientes de lava, eructan hacia el suelo, burlándose del cielo, dándole la espaldaahora oscuro, muerto, ciego…Y yo al otro lado de esa imparable realidad, me agarro a un lápiz y ahorco una vieja libreta de historias. Empiezo a escupir palabras encadenadas, una dulce verborrea insignificante que dibuja en tinta lo que en mi cabeza vive en forma de obsesión. Pasa que a veces necesito coger un puñal y hacer sangrar a una hoja de papel con palabras hirientes, ahogar las letras con lágrimas saladas y verlas secarse en la tinta que queda grabada. Mientras tanto suspiro, sonrío con resignación, bebo a sorbos las horas y me doy cuenta de que no estás.

viernes, 11 de enero de 2008

CAUSA Y EFECTO

Los días se escurren entre miles de letras
de vez en cuando uno las mías propias,
otras me refugio en las de algún poeta.

No se si busco en ellas remedio,
cura, medicina o ungüento
para sanar lo que nadie sabe de donde viene el veneno.

Será el virus del frío
el no dormir por las noches, el no usar el abrigo,
el pasear por las tardes por una ciudad desierto.

Le echaré la culpa al invierno,
a las playas vacías, a las hojas secas,
a la libertad con dueño.

Pero es irremediable que en el intento de desintoxicación
no recaiga y me drogue de nuevo.
Es difícil cuando una persona
es a la vez causa y efecto.