lunes, 16 de febrero de 2009

Velocidad


A veces vivimos tan apresuradamente que da miedo. Da miedo la asfixia de la velocidad, la rapidez del tiempo, la intensidad con la que cae cada segundo. Calma y desenfreno al mismo tiempo, euforia y adrenalina entremezcladas. Son la base de los desajustes racionales. Son lo que en un momento, nos libera de todas las opresiones, nos vacía la memoria y rescata el peso de nuestros huesos. Nos lanza mil kilómetros más alla, pero – qué extraño- seguimos pisando el mismo suelo, y luego nos devuelve a la tierra que siempre creímos tener bajo nuestros pies. Y digo creímos porque si pocas cosas hay que nos pertenezcan, el terreno que creemos nuestro puede ser no más que arena y traducirse en desarraigo. Nos maneja con hilos invisibles, nos sube y nos baja a su antojo, nos hace presas de un sinsentido necesario para vivir. Para vivir así, son la irracionalidad propia de los latigazos de felicidad que golpean la piel. Increíblemente rápido, pero despacio al mismo tiempo. Entre contradicciones, porque todo es tan simple que de sencillo que es se vuelve complicado. No puede ser de otra manera cuando entre dificultades inventadas y obstáculos mínimos buscamos razones para creernos héroes, cuando realmente lo seríamos dedicándonos exclusivamente a vivir. A vivir así, de la manera más loca y menos premeditada posible, - con un poco de lucidez, eso sí-, como dicen que han vivido los que dicen haber conocido la felicidad.

3 comentarios:

AdR dijo...

Yo creo que Velocidad y Felicidad van cogidas de la mano, siempre... aunque a veces hay que saber ver la Fugacidad en ellas. O... asumirla, a eso es a lo qu eno nos acostumbramos los seres humanos. A ir despacio.

Besos

Noviembre dijo...

Me alegra volver aquí después de un tiempo y observar el cambio...

Te leo...

sueño dijo...

Precisamente la misma velocidad con la que nos movemos a veces,nos ha de hacer ver la fugacidad de todo estoy vivirlo mas intensamente, ¿no?.
Pues no. No nos sirve para nada jeje.
Un beso.