lunes, 24 de agosto de 2009

Tiempo de descuento.



Aprovechaba el tiempo a su lado como la última calada de un cigarrillo. Seguía estudiándole, memorizando su cuerpo, pintándole en el recuerdo para que sus rasgos nunca se extinguiesen. Le disfrutaba con calma, con nostalgia anticipada. De la misma manera que se saborea el último trago, la última suerte. Sin prisa pero sin pausa. Con azúcar por sangre y ácido en el paladar. Tratando de conjugar lo amargo y lo dulce en palabras que, aunque hiciesen soltar las manos, no sonasen a despedida. Intentando no pensar en otro tiempo más que en el que se sostenía en nuestras manos. Ni tan si quiera en el segundo próximo, en el siguiente latido, pues entonces sólo vivía el instante que flotaba en el aire, que explotaba entre su pecho y el de él.
Advirtió entonces el peso de la añoranza sobre los hombros y de pronto se sintió vieja. Octogenaria cuando aún esta aprendiendo a querer, a vivir. Notó como todo el tiempo iba enfrascándose en recuerdos,en parpadeos...la forma caótica que iban tomando sus venas. Comprendió así que ya había comenzado a extrañarle, a pesar de estar respirando sobre su nuca.