Atravesaba la Terminal del aeropuerto de norte a sur, arrastrando maletas pesadas con las cremalleras a punto de reventar. Aún así me movía con paso rápido, ágil pero no ligera, pues portaba veinte kilos de equipaje, cansancio acumulado, memorias espesas y el hastío de no hallarte cerca. El paso de mis piernas buscaba espacio entre multitudes impenetrables, mis ojos trataban de encontrar sitio en aquella atmósfera asfixiante de las miradas perdidas cuando se enredan. Supongo, había algo dentro de mí que me incitaba a hallar compulsivamente esperanza en los rasgos de rostros conocidos. Por eso confundía facciones y mezclaba , a la distancia en que no pueden percibirse, tactos de piel. Sentí en ciertas ocasiones, el impulso incontrolable de correr desesperadamente tras cuerpos, que de espaldas cargaban maletas, prisa y un parecido indiscutible a tu silueta. Sin embargo, la imprecisión que vestían mis pupilas sólo hacía que mis niveles de adrenalina de disparasen y rozasen límites peligrosos para la salud humana.
Cómo era posible que ya sabiéndote lejano en cuestiones físicas, mi mente creyese encontrarte errando por aquella Terminal abarrotada. Cómo podía mi razón- esa que ya había perdido- imaginar que tal vez estuvieses escondido entre el gentío, que desafortunadamente hubieses perdido el vuelo que te haría regresar al lugar donde el recuerdo de mi existencia moriría.
Una voz anunciando el último aviso para los pasajeros del vuelo con destino a…con destino incierto, explotó la burbuja de irrealidad en la que me hallaba inmersa al estar sentada delante de la puerta de embarque por la que, horas atrás, te habías perdido.
Cómo era posible que ya sabiéndote lejano en cuestiones físicas, mi mente creyese encontrarte errando por aquella Terminal abarrotada. Cómo podía mi razón- esa que ya había perdido- imaginar que tal vez estuvieses escondido entre el gentío, que desafortunadamente hubieses perdido el vuelo que te haría regresar al lugar donde el recuerdo de mi existencia moriría.
Una voz anunciando el último aviso para los pasajeros del vuelo con destino a…con destino incierto, explotó la burbuja de irrealidad en la que me hallaba inmersa al estar sentada delante de la puerta de embarque por la que, horas atrás, te habías perdido.