jueves, 25 de septiembre de 2008

T4


Atravesaba la Terminal del aeropuerto de norte a sur, arrastrando maletas pesadas con las cremalleras a punto de reventar. Aún así me movía con paso rápido, ágil pero no ligera, pues portaba veinte kilos de equipaje, cansancio acumulado, memorias espesas y el hastío de no hallarte cerca. El paso de mis piernas buscaba espacio entre multitudes impenetrables, mis ojos trataban de encontrar sitio en aquella atmósfera asfixiante de las miradas perdidas cuando se enredan. Supongo, había algo dentro de mí que me incitaba a hallar compulsivamente esperanza en los rasgos de rostros conocidos. Por eso confundía facciones y mezclaba , a la distancia en que no pueden percibirse, tactos de piel. Sentí en ciertas ocasiones, el impulso incontrolable de correr desesperadamente tras cuerpos, que de espaldas cargaban maletas, prisa y un parecido indiscutible a tu silueta. Sin embargo, la imprecisión que vestían mis pupilas sólo hacía que mis niveles de adrenalina de disparasen y rozasen límites peligrosos para la salud humana.
Cómo era posible que ya sabiéndote lejano en cuestiones físicas, mi mente creyese encontrarte errando por aquella Terminal abarrotada. Cómo podía mi razón- esa que ya había perdido- imaginar que tal vez estuvieses escondido entre el gentío, que desafortunadamente hubieses perdido el vuelo que te haría regresar al lugar donde el recuerdo de mi existencia moriría.
Una voz anunciando el último aviso para los pasajeros del vuelo con destino a…con destino incierto, explotó la burbuja de irrealidad en la que me hallaba inmersa al estar sentada delante de la puerta de embarque por la que, horas atrás, te habías perdido.

miércoles, 17 de septiembre de 2008

Conversaciones.


Era de noche y soplaba la brisa que genera el letargo de Agosto. Estábamos sentados sobre muros de hormigón garabateado y polvoriento. Todo alrededor era cemento y maleza, naturaleza salvaje, igual que la que yacía dentro de nosotros y no se atrevía a revelarse. Yo te contaba cómo a duras penas había logrado sobrevivir por ciudades lejanas y desconocidas. Anécdotas de mis viajes infinitos, historias de aeropuertos abarrotados. Hablaba rápido y a veces tanta velocidad entrecortaba mi voz, pero mis palabras seguían pronunciándose solas. Necesitaban llegar a ti, necesitaban vivir. Tú me escuchabas, con la mirada perdida en otra dimensión. No parpadeabas. Tus pupilas temían perderse alguna de mis palabras. Cuando mi voz callaba rescatabas interrogantes de tu curiosidad y entre bocanadas de humo los formulabas. Yo respondía a ellos tratando de ponerle diques a mi verborrea imparable, pero las ideas se amontonaban sin control ni piedad, en el cielo de mi boca.

Notaba cómo con el peso de la oscuridad iba perdiendo el sentido, la precisión, cómo empezaba a dispersarme. Podía entonces haberte hablado del peso de las obsesiones, de la metástasis que fatalmente desarrolla su cáncer, pero supuse que tú también sabrías de ello, pues debajo que la piedra de tu piel había mares en calma. Lo supe porque estando allí sentados inspirabas confianza, sensibilidad joven. Incluso tus ojos irradiaban una parte de la madurez que yo daba por extinta.

Hubiese sido capaz de abandonarme a ti, de romper con las cadenas de espacio y tiempo que coartan mi libertad. Pero el reloj me impidió caer en tentaciones de las que sabía, nunca podría salir. Recogí mi bolso y parte de la vida que había dejado esparcida por el cemento y me alejé. Sin que me vieras me giré para contemplarte. Seguías sosteniendo el cigarrillo entre tus dedos, drogado con el veneno dulce y adictivo de las palabras.

sábado, 6 de septiembre de 2008

Abandonos

Se va el mar, el sol, la arena
el olor a sal
salitre en la piel
el bronce de la piel morena.

Se van los despuntes de temperatura
el sudor agrio
los hielos por la nuca
el calor trepando por las venas.

Se van las noches cálidas
los eclipses de luna
toda mi fortuna
la incansable vida eterna.

Se va el asfalto reverberando
las carreteras incendiadas
los vuelos retrasados
la falsa paz que nada serena.

Se va el pernoctar sin descanso
abandonarse a la madrugada
a la fe sin dios
a la felicidad como moneda.

Se va la utopía
se va el encanto
se van ellos
me voy yo
todo se quema.