jueves, 15 de octubre de 2009

Vacío.

Echar de menos
hasta emborronar los ojos de húmedo recuerdo
y hacer gritar las tripas,
hasta ver colgadas del techo las horas,
la intermitencia de los segundos,
el infarto del tiempo...
hasta reconocer la ardua tarea que es
descoser el calendario.

Echar de menos
hasta obligar a la mente a naufragar
en mares futuros o pasados,
haciendo del presente
la imagen ridícula de un cuerpo desalmado.

Echar de menos
hasta buscar compulsivamente
la manera de paliar el desencanto,
de aniquilar esa nostalgia torpe y reincidente
dueña de insomnios
y falsas esperanzas,
hasta sentir
cómo el recuerdo se deshilacha
y se hace vital para alimentar
segundo a segundo
a una memoria inerte.

Echar de menos
al ver rastros de sentimientos por las calles,
abrazos en los semáforos
y cuerpos dóciles que se entregan inocentes
sin temor a ser,
algún día,
olvidados. .

Echar de menos
hasta admitir
que uno mataría
por un par de segundos,
un café y un abrazo,
una vuelta a casa...
hasta sentir
el frío de los bolsillos vacíos.

Echar de menos
hasta saberse uno mismo
un pobre incompleto.
Hasta dolerse.

2 comentarios:

sueño dijo...

Sólo te puedo decir, que te echo de menos entre entrada y entrada.

Sé que lo vas a entender.

Como simpre increible y maravilloso.

Un beso.

Diego Álvarez dijo...

Quizás deberíamos echar más de menos.

Un saludo!