martes, 22 de septiembre de 2009

Instrucciones para salvar las distancias

Cuando quieras encontrarme y no esté. Cuando me busques, infatigable, entre las sábanas, entre tu ropa, en los bolsillos del pantalón y no haya rastro de mi. Cuando, sin querer, busques mis ojos, mi paso, entre los miles de habitantes de esta ciudad y desesperes al haberme confundido con cualquier otra alma errante. Cuando los bares, las calles, echen el candado, te escupan al asfalto y cierren sin mi. Cuando notes que te araña la melancolía, que se apodera de ti una inquietud insana, una nostalgia torpe. Cuando sientas que el propio aire asfixia, que se astillan los huesos y se cae la risa. Cuando adviertas que los días son de hierro, látigos que flagelan la espalda si falta mi aliento.
Cuando pueda la impotencia a la alegría, cuando me eches de menos... aprieta los ojos. Cierra la boca y arranca del paladar alguna de esas noches. Respira lentamente y siénteme caminando sobre tus costillas. Atrapa los recuerdos en un suspiro y guárdalos bajo la almohada. Mójalos, envejécelos, ponles nombre. Busca en tu piel pedazos de mis manos, el sabor de mi tacto. Recupera la calidez de cualquier gesto, la alegría inútil de cualquier insensatez, el nosequé que no entiende de distancias Y, entonces, estaré, increíblemente, respirando sobre tu nuca.

2 comentarios:

sueño dijo...

Si esque no se que decirte...
sólo que leerte es como navegar por los propios sentimientos de uno mismo.

No sé o acierto a decirte más.
Al menos hoy.

Diego Álvarez dijo...

Realmente eres poesía encarnizada?