miércoles, 6 de febrero de 2008

Dependencia

Solía ser ese tipo de persona que quería encontrar una explicación racional para todo, pero cuando advirtió que las cosas sobrepasaban los límites de lo lícito, dejó de hacerlo. No le llevaba a ningún lugar buscar incesantemente razones. Razones que justificasen el por qué de una cosa tan incomprensible como simple, tan absurda como vital. Qué puede ser capaz de explicar las evasiones de pensamiento, los montones infinitos de recuerdos sin piedad, los pálpitos acelerados. No hay argumento posible que pueda defender la euforia repentina, y en consiguiente llanto imparable. Advirtió con el paso del tiempo, cuando se fue calando hasta los huesos de esa locura ilógica, que unos hilos invisibles manejaban su vida. Era una muñeca de guiñol. No era dueña de sus movimientos, de sus actos, de su sinrazón, ni responsable de palabra alguna. Algo detrás de ella, oculto y latente pero asombrosamente fuerte manipulaba su existencia, al mismo tiempo que creaba una dependencia perpetua. Era una obsesión, un sinsentido implacable, una revolución sensorial, una felicidad tonta…la de una niña con quince años rodando por la piel.

No hay comentarios: