sábado, 8 de marzo de 2008

Bailar pegados.

Una fuerza invisible les mantenía unidos. Se sustentaba en algún rincón del pensamiento donde no entran las dimensiones de las palabras. Existía una especie de electricidad entre los cuerpos, una atracción infundada que le sacaba chispas al aire. Ardía.Las pupilas se entendían a la perfección. Era imposible negar que manejaban un código secreto que solo ellas entendían, que se estaban confesando mutuamente, en silencio. Algo escondido dentro de las entrañas, enredado en la música o en los pasos, manejaba a su antojo los pensamientos, poniéndolos de acuerdo. De acuerdo pero sin tocarse.No sabían lo que pensaban, pero tampoco repararon en que el brillo de los ojos los estaba delatando. Llevaba inscrito verdades irrebatibles. La complicidad rasgaba el aire y sólo unos cobardes centímetros estaban de por medio. Sobre los labios bailaba la teoría de hacer franqueables las distancias.

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