viernes, 2 de julio de 2010

El todo de la nada

No es el calor, la forma de combatir el frío, el contacto de las pieles. No son los besos dados, ni los retenidos al borde de los labios tratando de esconder el deseo. No son las respiraciones acompasadas, el oxígeno de los suspiros, ni el haber memorizado el nombre de un aliento.

No son las vueltas a casa, las madrugadas en compañía, el calor compartido de un café. No es el tiempo asesinado en tu portal, la desesperación de las horas muertas, tu amable y tediosa impuntualidad. No es el preciso conocimiento de cada una de las manchas del techo de tu habitación, el sonido de la madera cuando sobre ella se aprisiona el deseo, ni el sudor de los cuerpos cuando se entregan.

No es haber sufrido el miedo, saboreado el desencanto ni compartido la soledad. Ni tampoco haber conseguido ponerle nombre a una ciudad anónima, haciendo de tripas corazón. No es la nostalgia del que amó, la ilusión del que ama, la felicidad contagiosa. No es el saberse uno ajeno al mundo, casi inmortal cuando se mira en otros ojos, e incluso haberle ganado el pulso al tiempo. No es la deformación de la realidad, las horas invertidas en silencios, las huidas al mar. No es la sed, la medicina, el sentimiento, ni tan si quiera el práctico saber que tienes de mi cuerpo.

Es huracán, sol, fuego

1 comentario:

sueño dijo...

Y con ellos, la nada no es el vacio, al contrario.

un besazo, no has perdido un ápice de tu buen hacer estos mese jajaja.

un beso